Sierra Bermeja (I): los rebeldes de Daidín

Rebelión de las Alpujarras. Padules (Almería) 1.570
(Fuente: Desperta Ferro)
CONTEXTO HISTÓRICO

Cuando la Reconquista parece alcanzar su punto y final con la rendición nazarí de 1.492, inmediatamente después va a surgir un nuevo e ingente desafío para la Corona que supondrá un capítulo aparte de esta interminable cruzada. Me estoy refiriendo a la conversión a la fe cristiana de los miles y miles de vasallos mudéjares que, después de las capitulaciones, se habían quedado en el reino de Granada.

Y como ahora veremos, no resultaría en absoluto tarea fácil, debido fundamentalmente al choque cultural y religioso que supuso la convivencia entre moros y cristianos con todos los abusos que tal situación podía acarrear, sobre todo por parte del bando vencedor.

Consecuentemente, las primeras insurrecciones no tardaron en llegar, comenzando ya en el año 1.500 en las Alpujarras y en algunas comarcas de Almería, y extendiéndose luego hasta la serranía de Ronda, cuando empieza a propagarse por aquí el rumor de que los Reyes Católicos obligaban a los moros a bautizarse.

La colonización de la parte occidental de Málaga llevada a cabo por los vencedores es un claro ejemplo de las tropelías a las que antes me refería, pues esta había derivado en una desigual distribución de las tierras entre los antiguos y los nuevos pobladores. Así, mientras la población musulmana era arrinconada mayoritariamente por las zonas rurales y de montaña; los cristianos se asentaban en los núcleos urbanos costeros o con mejores tierras de labor. Era el caso de Ronda, Marbella o Mijas, entre otras ciudades cercanas, y de la pequeña aldea que iba abriéndose paso de nuevo en torno a la recién construida torre de Estepona.

LA ALQUERÍA DE DAIDÍN

Siguiendo la rica prosa de la historiadora istaní Catalina Urbaneja, uno de los asentamientos rurales que tuvo mayor protagonismo en aquellas primeras insurrecciones fue Daidín, una alquería mudéjar situada entre Benahavís y las tierras altas de Marbella junto a la cuenca del río Guadaiza, "en un claro en la montaña rodeado de pinos, castaños y quejigos"; y que había sido uno de los últimos núcleos de resistencia en la comarca antes de las capitulaciones de Marbella y Ronda en 1.485. 

Despoblado de Daidín. Autor de la fotografía: José María Navarro García
Actualmente sólo se conserva en pie este paredón que puede corresponder,
según Catalina Urbaneja, a los restos de una iglesia o de una torre.
(Fuente: Plataforma Sierra Bermeja Parque Nacional)

Tras la victoria cristiana, la alquería se incorporará al señorío del Conde de Cifuentes y cuenta la historiadora que en un paraje cercano, conocido como el cerro de la horca, el noble haría ostentación de su poder levantando un patíbulo en el que seguramente se ajusticiaría indiscriminadamente a muchos de aquellos musulmanes rebeldes que se negaban a abrazar el cristianismo.

LOS MISIONEROS SEVILLANOS

Ante este complicado panorama, la labor evangelizadora pasó a ser prioritaria para los Reyes Católicos. A tal efecto, durante los primeros días del año 1.500, don Diego Hurtado de Mendoza, arzobispo de Sevilla, y muchos otros obispos del reino de Granada habían comenzado a enviar misioneros por todas estas alquerías mudéjares para bautizar a los infieles —ya fuera voluntariamente o por la fuerza— y, de paso, convertir las mezquitas en iglesias.

Dos de estos atrevidos clérigos, Antón de Medellín y Alonso Gascón —son de los escasos nombres que se conservan documentados—, llegaron  desde Alcalá de Guadaíra hasta Daidín con la única misión de intentar adoctrinar a sus rebeldes pobladores. Sin embargo, los trágicos acontecimientos que tuvieron lugar durante esos días en este agreste paraje darían al traste con su misión evangelizadora.

Cuentan las crónicas que las mujeres y los muchachos del poblado no solo se negaron a convertirse al cristianismo; sino que, además, se sublevaron violentamente contra la autoridad religiosa atando a los desdichados misioneros a los árboles para asesinarlos luego "a cañaveradas, e pedradas e cañivetadas". 

Para los profanos en la materia —entre los que me incluyo—, un cañivete, o gañivete, era un cuchillo corto muy usado antiguamente por los matarifes para degollar reses; y en la colección de Santos y venerables del Clero Secular,  D. Fernando Ramírez de Luque explica "que acañaverear era herir con cañas cortadas en punta a modo de saetas, un género de suplicio usado en España entre los moros, consistente en poner al reo atado a un palo o metido en tierra medio cuerpo y con el otro medio arriba desnudo; mientras, corriendo a caballo, pasaban tirándole cañas hasta que el prisionero moría". (Texto adaptado)

Así pues, los dos sevillanos debieron de tener la más horrible de las muertes mientras eran golpeados con piedras y ensartados a navajazos y lanzadas. Y para rematar la faena, "los quemaron después de los aver muerto".

INSURRECCIÓN

La reacción cristiana a tan viles crímenes no se hizo esperar y relatan los cronistas que, en toda Andalucía, muchos hombres "sin concierto y sin mandato del rey" se lanzaron por su cuenta sobre los árabes y les robaron en muchos lugares y alquerías provocando, por contra, la sublevación armada de otras comunidades islámicas de la comarca, como Arboto, El Havaral o la sierra de Villaluenga.

En septiembre, cuando la mecha estaba ya a punto de estallar, un converso llamado Francisco —de los pocos habitantes de Daidín que se había bautizado y que vivía en la ciudad de Marbella— "iba camino de Benahavís con un  borrico cargado de pescado" cuando "le salieron al paso unos moros" de su misma aldea —y que, según parece, eran parientes suyos— y lo mataron simplemente "porque se tornó cristiano". 

A principios de octubre, por San Miguel, la insurrección estaba ya servida y un buen número de los mudéjares sublevados se refugiaron por las cumbres de toda la serranía de Ronda y comenzaron a bajar desde aquellos recónditos parajes para saquear las tierras y los rebaños de los colonos cristianos asentados en los pueblos costeros.

AMIGOS HASTA EN EL INFIERNO

Un tal Martín de Tarifa, criado del comendador Sancho de Saravia, fue el único superviviente en uno de estos asaltos cuando andaba de noche guardando un hato de puercos pertenecientes a su amo en un alcornocal.

Según se cita en las fuentes, el paraje estaba en las inmediaciones de la conocida como torre de Estepona, una pequeña fortificación o casa fuerte custodiada por dos peones o guardas adonde podían acudir a guarecerse, en caso de peligro, los escasos vecinos que residían en este asentamiento a finales del siglo XV. 

Quizá existiera también aquí en torno a esas fechas un mesón junto al solitario baluarte, amén de varios cortijos de labradores por los alrededores; y es probable que hubiera también algunas jábegas faenando en la costa cerca de un pequeño embarcadero, adonde arribarían otras naves mayores si la situación lo requería.

Siguiendo ya con el relato del citado criado, era costumbre entonces levantar los corrales debajo de cualquier encina, quejigo o alcornoque para cebar a los marranos con las bellotas maduras caídas alrededor; de manera que, cuando estas se acababan, solo había que trasladar el hato al siguiente árbol.

Pastor cuidando cerdos
(Fuente: blog No lo sé)

Había ya anochecido en la dehesa y, siendo como era ocho o nueve de noviembre, estaría Martín junto con los demás vasallos que lo ayudaban asando castañas y conversando en torno a una buena hoguera acerca del reparto de la matanza que haría su señor, cuando de improviso aparecieron una treintena de moros insurrectos bajados de Sierra Bermeja.

Sin mediar palabra, los recién llegados rompieron la cerca y comenzaron a perseguir a los cerdos atravesándolos con sus afiladas lanzas, mientras el resto de la piara se desbandaba entre la oscuridad del campo sin que los despavoridos siervos pudieran hacer nada por impedirlo.

Tras la espantada, el pobre pastor tuvo que presenciar a continuación una terrible escena que no olvidaría jamás: el asesinato a sangre fría de sus tres compañeros.

Como lobos que dejan su guarida
bajando de la agreste cordillera,
unos moros de noche en estampida
llegaron al calor de aquella hoguera.

Y sin mediar palabra ni argumentos,
ardiendo en injusticias y venganzas,
llenaron el silencio con lamentos
de los cuerpos clavados en sus lanzas.

Corría el año 1.500, y esa noche de otoño Martín lograría salvarse solo porque los moros casualmente lo conocían y en medio de ese trance decidieron apiadarse de él "por hacerle honra". Nunca mejor dicho aquello de que hay que tener amigos hasta en el infierno.

Durante varios meses más, el miedo se apoderó de toda la comarca: "de vez en cuando, aparecían cadáveres de vaqueros o pastores y la gente culpaba a los moros porque no podían ser otros los autores. Ningún pastor se atrevía a salir al campo a cuidar el ganado. Los campesinos que faenaban en los barbechos entre Estepona y Marbella solo araban un rato al día por temor a los mudéjares alzados y, llegada la noche, se volvían a casa porque nadie se atrevía a quedarse en el campo después del ocaso". (texto adaptado)

Un año después, y gracias a su buena ventura, el criado Martín de Tarifa pudo dar testimonio de lo sucedido a un pesquisidor encargado de investigar este y otros asaltos parecidos.

Nada más he encontrado acerca de este humilde siervo, ni de dónde o cómo habría conocido anteriormente a los insurrectos; pero lo que sí sabemos es que su amo, Sancho de Saravia, era caballero del hábito de Santiago y que poseía una gran hacienda en Marbella, merced de los Reyes Católicos por su participación en las conquistas; así que quizá solo respetaron su vida por ser el criado del comendador.

EL RECUERDO DE LOS DOS MISIONEROS

Volviendo a nuestros dos misioneros sevillanos muertos en Daidín, su sacrificio no quedaría en el olvido, pues el suceso quedó recogido por Ortiz de Zúñiga en los Anales de Sevilla de 1.501; así como por otros historiadores posteriores, como es el caso del cura Leandro José de Flores, que refiere en sus Memorias históricas de la villa de Alcalá de Guadaira el largo proceso para que se les reconociera como mártires de la Iglesia católica.

Castillo de Alcalá de Guadaíra
(Fuente: Turismo Sevilla)

Asimismo, recuerda también este párroco como se rindió homenaje a todos estos religiosos —la mayoría anónimos— caídos durante los alzamientos mudéjares con una pintura expuesta a finales del siglo XVIII en el altar viejo de las Ánimas de su iglesia, en la que se apreciaba la imagen de unos venerables clérigos atravesados con lanzas o saetas, aunque cuenta que la obra desaparecería posteriormente.

El recuerdo de sus paisanos permanece hoy vivo en la memoria de los alcalareños, pues dos de las calles de su centro histórico llevan el nombre de los dos misioneros, Antón de Medellín y Alonso Gascón, que murieron en aquella sangrienta rebelión. 

Su punto más álgido se alcanzó en marzo de 1.501, durante el conocido como Desbarato de Sierra Bermeja, donde también perdieron la vida figuras tan relevantes como don Alonso de Aguilar y el secretario de los Reyes Católicos don Francisco de Madrid, pero esa ya es otra historia.



BIBLIOGRAFÍA
  • DE FLORES, DR. LEANDRO JOSÉ. Memorias históricas de la villa de Alcalá de Guadaira desde sus primeros pobladores hasta la conquista y repartimiento
  • LADERO QUESADA, MIGUEL ÁNGEL. Mudéjares y repobladores en el Reino de Granada (1485-1501)
  • LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, JOSÉ ENRIQUE. Notas y comentarios a unas cartas del secretario Francisco de Madrid sobre la revuelta de Sierra Bermeja (1500-1501)
  • LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, JOSÉ ENRIQUE. La "Conversión General" en el obispado de Málaga (1500-1501)
  • PEINADO SANTAELLA, RAFAEL G. Cristianos y moriscos en el obispado de Málaga a comienzos del siglo xvi: apuntes historiográficos y aportaciones documentales. Universidad de Granada.
  • RUIZ POVEDANO, JOSÉ Mª. Problemas en torno a la reestructuración del aparato militara defensivo en el occidente granadino a fines del siglo XV.
  • URBANEJA ORTIZ, CATALINA. El ocaso de Daidín (artículo publicado también en Diario Sur)
  • El onsario de los moros. Blog "Marbellenses"

Comentarios

  1. Normalmente en los colegios e institutos, cuando los profesores enseñan Historia, suelen explicar los acontecimientos acaecidos a nivel global o nacional; en algunas ocasiones, incluso comentan algunos aspectos de la comunidad autónoma en cuestión; pero rara es la vez que enseñen la historia local de tu municipio y sus alrededores. Me ha parecido muy interesante y he disfrutado leyendo y aprendiendo acerca de estas conversiones forzadas que pretendían hacer los cristianos a los moros, y gracias a esta entrada he podido poner nombre a algunos de los cristianos protagonistas de estos acontecimientos, como los misioneros sevillanos Antón de Medellín y Alonso Gascón. En general, me gusta aprender sobre los acontecimientos que ocurrieron en el pasado, pero cuando se trata de la historia de mi propio pueblo y de los municipios cercanos, me parece aún más interesante porque se trata de mi tierra, del sitio donde me he criado, y ¿a quién no le va a gustar conocer la historia de su propia localidad?

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    1. Muchas gracias, Anabel. Yo también disfruto mucho leyendo, aprendiendo y escribiendo cosas sobre el pasado de Estepona. De vez en cuando salen, junto a la información más objetiva, algunos pequeños relatos y poemillas de los que me voy sintiendo cada vez más satisfecho. Es un entretenimiento apasionante. Un beso.

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